El amo de mi destino, el capitán de mi alma: Invictus

Familiares y amigos, ¿ya pensábais que os habíais librado de mí?

Tras pasar el aniversario de mi emigración a tierras ultraperiféricas y oceánicas y un extasiante sábado 26 en que mis Harlequins patearon el culo a Leicester Tigers para proclamarse por primera vez campeones de la Premiership League de Inglaterra (Come on you Quins! http://www.quins.co.uk/news/6279.php ; http://www.facebook.com/media/set/?set=a.443462905682210.116033.122689644426206&type=1 ), os voy a dar la zumba un poco más, que sé que algunos todavía me tenéis cariño y hasta me leéis con interés y, otros me toleráis y otros a saber.

Yo qué sé, habría lugar a hablar de muchas cosas. La actualidad viene cargadita con todo lo que nos está cayendo, bancos saqueadores saqueados a salvar por los de siempre, bobos con himnos y banderas, Borbones a la vista y elefantes en retirada en foto con yerno trincador, gente pasándolas canutas y entre tanto la concurrencia atenta al «Gran Marrano» (perdónenme los cerdos, que son animalicos muy a respetar; cosa a discutir con los del «experimento sociológico») y a la Pantoja (prefiero a la Pantojita; qué arte con su guitarra sin cuerdas (http://4.bp.blogspot.com/_poTKC38if4o/SwHZdzaxScI/AAAAAAAAGqo/2HELdFOP15w/s1600/PANTOJITA.jpg). Por su parte, en lo que toca a lo personal, tampoco faltaría mucho material de toda suerte y naturaleza, mejor y peor sabor, como para alargarme algunas líneas para regocijo de algunos, estuper de otros y, por supuesto, la indiferencia de la mayoría.

En cualquier caso, oh, decepción, voy a copiaros un poemita copiado en millones y millones de rincones de la Red. Desde que Clint Eastwood nos regalo otra hermosa película («Invictus») con un muy bien traido argumento rugbístico y una sensacional historia en torno a Nelson Mandela, pues sí, la gente se encontró con el ya famoso poema de Henley, que originalmente no tuvo nombre y años después se llamó, pues eso, «Invictus». Ya sé que no es muy original ni tampoco cuanto tenga que decir sobre el tema, los motivos o la inspiración. Lo siento por los «modernos» que estuvieran pidiendo novedades ni originalidades. Sinceramente, que se jodan. No me hace falta para ser sincero y hacerme fuerte en algunas verdades; y de eso, el poema de Henley está bien lleno.

Ya saben ustedes, aquello de la resistencia, la voluntad indómita, la dignidad, la consciencia de sí mismo; cosas de esas que no cotizan en bolsa, no salen en las revistas del corazón y que, que de puro manoseadas se nos hicieron viejas e irreconocibles. Diran que, esta historia idílica y pelín buenista ya se la saben. Que es papel mojado, que no aporta ni pan ni circo para que continúe el espectáculo.  Ustedes dirán que al final todo está inventado. Pero yo les digo que, bien pensado, es buena cosa que así sea. Eso también le recuerda a uno que otros ya experimentaron el vértigo. Que la soledad y el miedo no son un patrimonio propio sino un lugar común donde todos nos encontramos en nuestras vidas más veces de las que nos gusta reconocer. Que eres muy pequeño en un Universo inmenso, que, posiblemente, nada nos salvará del hundimiento y que ni a Dios ni al Diablo les importa que sea de ti.  También, a resultas de todo ello, que siempre hay, al menos, dos opciones. Una es bajar la cabeza, someterse y dejarse estar, convencido de que nada puedes hacer sino seguir, mansa y maquinalmente, la corriente que te arrastra. La otra es permanecer, elegir y ser, afirmado en la voluntad de que, más allá de premios y de castigos, más allá de cualquier dudosa certeza, no te pueden arrebatar el recorrer el camino por el que quieres viajar.  Y, en definitiva, que no eres el primero ni, por fortuna, serás el último que prefiera, frente a toda adversidad, ser el amo de su destino, el capitán de su alma.

Henley lo escribió muy bien, Morgan Freeman lo recita estupendamente. Yo quiero componerlo una y otra vez, a cada instante.

—–

Invictus

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

(William Ernest Henley, Book of Verses, 1888)